Por: Alfredo Valdivieso.
En la tarde de hoy viernes 6 de
octubre de 2017, aproximadamente 150.000 santandereanos, especialmente del área
metropolitana, marchamos para darle un bofetón a la empresa de capital árabe
Minesa y a sus serviles vasallos colombianos; a algunos –no muchos− gobernantes
enmermelados, “líderes” cívicos y comunales, igualmente comprados; y a algunos
opinadores y consultores, entre ellos algunos ex vinculados con causas
populares.
La marcha fue de tal magnitud que
cuando ya la plaza cívica Luis Carlos Galán estaba llena hasta las cariátides,
todavía muchos de nosotros apenas tomábamos rumbo a la calle 36 desde la
carrera 27. Cuando llegamos –como en mi caso− a la plaza de la concentración,
ya habían hablado los dos primeros oradores, el presidente del sindicato del
acueducto y del comité por la defensa del agua y el páramo de Santurbán, y la
concejal municipal de California, y se iniciaba el emotivo, claro y motivado
discurso del alcalde de Bucaramanga. Además de la plaza cívica, se hallaba
colmado el parque García Rovira, aledaño a la plaza y vecino de la gobernación
y la alcaldía, amén de la calle 35, las carreras 11 y 12, y la marejada de
ciudadanos estaban todavía en el parque Santander. (Para quien conozca
Bucaramanga sabrá la magnitud de la movilización).
De nada sirvió la campaña adelantada
por los testaferros de los árabes de Minesa, que han “regalado” a granel
camisetas, uniformes e implementos deportivos; boronas para pequeñas obras en
barrios y veredas; almuerzos, cenas y agasajos para “dirigentes” vendidos, en
el hotel más caro de la ciudad (donde por cierto tiene su cubil, o sede);
ostentosos “obsequios” que incluyen costosas memorias USB para los más
chilaprosos –y ¡quién sabe qué otros modernos cascabeles!−, sin incluir las
grandes sumas invertidas en publicidad y la compra de medios masivos (al punto
que tiene columnista propio en el otrora más prestigioso periódico de
Bucaramanga) y al director del otro. No funcionó, ni operará, la parafernalia
con untada de manos de los alcaldes de los municipios de Soto Norte, ni la
cómplice “indiferencia” del gobernador “liberal” de Santander; ni la postura
“neutral” de algunas universidades. La gente se volcó a las calles en un
verdadero río humano, variopinto, unánime y decoroso que en un clamor unísono
gritó: “¡Nuestro oro es el agua!”. “¡Santurbán no se vende ni se daña!” y
“¡Fuera Minesa de Santurbán!”. Queda claro que si los gobernantes del país y
sus títeres de la Anla, ambos celestinas estipendiadas de Minesa, pretenden
otorgar la licencia ambiental, los santanderanos no tendremos otro mecanismo,
junto al pueblo de Barrancabermeja, al del sur de Santander (Jesús María,
Sucre, Peñón, etc.) y del departamento del Norte de Santander, que declararnos
en paro cívico regional.
A la marcha nadie salió por pago
o estímulo de ninguna índole, como sí se ve con los chorros de plata que gasta
la árabe Minesa para comprar conciencias y tratar de desvirtuar la lucha de los
ciudadanos.
Los santandereanos del común, que
somos “gentes de altivas breñas” no vamos a cejar para impedir que los del
turbante nos dejen sin agua. Y con José Martí, recordamos a los traidores
voceros que: “¡La pobreza pasa algún día; la indignidad jamás!”.
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