Barranquilla. Por: Antonio Eduardo Bohórquez Collazos
Hace más de tres lustros, en su afán de lucro, de acumulación a costilla de l@s demás, miembros de las elites políticas y económicas planificaron apropiarse de la Electrificadora del Atlántico. Por eso se la tomaron y la corrompieron, para luego - ellos mismos - justificar su liquidación y fácilmente privatizarla y quedársela, y en el tiempo entregársela a particulares comerciantes, especuladores. Allí comenzaron gran parte de los males de los pobladores de la costa norte: pésimo servicio, apagones inesperados o racionamientos dañinos, cobros excesivos, abusos, maltratos, muertos por electrocución… Todo por el ánimo desmesurado de riqueza, siempre por encima del respeto a la dignidad humana, propio de este modelo.
Ahora, cuando es insostenible como inocultable, la crisis, aparecen unos “preocupados salvadores”, diciéndonos que la “fórmula mágica” es que continúe la misma manera de prestarnos este tan importante servicio, pero en manos de otros operadores (léase: igual que aquéllos pero con diferentes apellidos o caras); por supuesto donde participarían directa o indirectamente los hoy tan “angustiados redentores”, que curiosamente todos estos tiempos y hasta hace muy poco, solo guardaban silencio y hasta hacían homenajes al bárbaro abusador. El típico “quítate tú pa’ ponerme yo”; propio de la perversa lógica de que “esto cambie, para que nada cambie”, que evidencia el riesgo que correríamos de pasar de “Guatemala a Guatepeor”.
La solución es entonces acabar la privatización, para que este servicio sea asumido por una entidad pública - con un modelo similar a las de empresas oficiales exitosas – y con un formidable control social, una muy fuerte y continua vigilancia ciudadanía que aleje la politiquería y el fantasma del abuso y la acumulación en las pocas manos de llamase como quiera, que tanto daño nos sigue causando.
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